Éxodo 3:7-8.
Cuando Dios se acerca a la tierra, es porque quiere hacer algo grande e importante, Él se acerca para ejecutar Su Propósito. Veamos varios ejemplos: Génesis 3:8; Génesis 6:5; Génesis 6:12; Génesis 12:1-3, Génesis 12:7; Génesis 32:28, Génesis 32:30; Éxodo 3:7-8…
El mover actual de Dios es traer a cada vida, hogar y descendencia una reforma integral, comenzando desde adentro para que cada uno llegue al propósito de Dios, por lo tanto La iglesia tiene que migrar a una dimensión de un cambio radical, Dios quiere hacer cosa nueva en medio de nosotros.
Dios nos está visitando así como lo hizo en el Éxodo: Éxodo 3:7-8, Él está viendo la aflicción de Su pueblo que está en medio del mundo, Él ha oído el clamor y conoce nuestras angustias y ha descendido para librarnos de la mano de la opresión, el dolor, la enfermedad, la ruina y nos quiere sacar del estado en que estamos y llevarnos a una tierra que fluye leche y miel, a la tierra de la promesa.
Así como ocurrió en el Éxodo, Dios nuestro Elohim llamó un hombre llamado Moisés, El Señor necesita hombres y mujeres comprometidos, que se paren firmes con pies de plomo y comenzar un Éxodo sin precedentes en la historia de la iglesia de Cristo; El Señor tiene propósitos con nosotros. Nos ha llamado de las tinieblas a su luz, no para entretenernos en reuniones dominicales, sino para que CRISTO sea formado en nosotros, este debe ser un objetivo en nuestra vida, Cristo en ti y en mí es nuestra mayor ganancia, nuestra mayor riqueza, nuestra tierra prometida. Tierra donde fluye leche y miel es Cristo para nosotros.
Ahora bien, el pueblo de Israel antes de entrar a la tierra prometida, Dios hace un pacto con ellos y también con nosotros que, a pesar que no estábamos allí nos incluyó, vemos con detenimiento Deuteronomio 29:10-15, la decisión de entrar en este pacto y de entrar en la tierra de la promesa es de cada uno de nosotros, de cada familia, de cada hogar y cada descendencia.
El paso del Jordán: Josué 3:1-7.
Cuando nos encontramos a las puertas de tomar una decisión o en la antesala de recibir algo que hemos esperado por mucho tiempo tenemos sensaciones de todo tipo, esa es la misma sensación que embargó a los israelitas días y horas antes de pasar el río Jordán hacia la tierra prometida. Era el cumplimiento de una promesa que desde muchos años atrás Dios hizo con Su pueblo, así como está sucediendo hoy; Él nos ha prometido que somos Su pueblo, Su remanente y a partir de hoy quiere que todos entremos a la tierra de la promesa, tierra de bendición, tierra de milagros, de prodigios, tierra que fluye leche y miel.
A esta idea se suma un interrogante ¿Cómo ver convertidas en realidad las promesas divinas? La respuesta es sencilla: creyendo y permaneciendo firmes en esa esperanza. La respuesta de Dios vendrá en el momento oportuno.
- Los asuntos importantes para nuestra vida, hogar y descendencia debemos tomarlos con calma (v. 1). ¿En dónde estriban los grandes errores cuando tomamos decisiones que marcan nuestra existencia y las de quienes nos rodean apresuradamente, sin tomarnos el tiempo suficiente para evaluar lo que vamos a hacer. Esa tranquilidad antes de obrar es la que experimentaron los israelitas: «Josué se levantó de mañana, y él y todos los hijos de Israel partieron de Sitim y vinieron hasta el Jordán, y reposaron allí antes de pasarlo.”, todas las decisiones que vamos a tomar será un principio de cambio que transformará nuestras vidas y nuestro ministerio y llevamos 7 años desde el momento que el Señor nos dió la promesa hasta hoy.
- Un principio que vamos a asumir es a examinar bien todos los pasos que vayamos a dar. La Palabra dice: “Y después de tres días, los oficiales recorrieron el campamento…”, V2.
- Es necesario involucrar a Dios en todo cuanto hacemos (v. 3 y 4). Cuando involucramos a Dios en todo cuanto hacemos y si confiamos en Él tenemos asegurada la victoria. Es un principio ineludible que tiene cumplimiento en nuestra existencia y hacia el cual debemos volvernos para aplicarlo en la cotidianidad. Si Dios va delante nuestro tenemos asegurada la victoria.
- Es necesario santificarnos, apartarnos para el Señor así como Josué lo afirmo a todo el pueblo: «Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros. Y habló Josué a los sacerdotes, diciendo: Tomad el arca del pacto, y pasad delante del pueblo. Y ellos tomaron el arca del pacto y fueron delante del pueblo.” (v 5, 6). La ecuación era y sigue siendo sencilla: Confiar en Dios y en Su promesa y Santificar nuestras vidas delante de Él.
- En el verso 7 hay una Palabra especial “Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo el pueblo para que entiendas que como estuve con Moisés, así estaré contigo”.
Hoy es el día de tomar la decisión de caminar hacia la tierra de la promesa para que se cumplan todas las cosas que el Señor nos ha prometido, todos unánimes, juntos en un solo espíritu, cuantos lo quieren hacer, colóquese en pie:
Así como DIOS hace pacto con nosotros y promete bendecirnos en la tierra donde vamos a entrar, nosotros nos paramos firmes para declarar delante de Dios:
- Declaro ante Dios que asumo la plena responsabilidad sobre mi vida, la de mi hogar y mi descendencia. Prometo honrar a Dios con mis actos, con mis bienes y obedecer su palabra y hacer su voluntad.
- Prometo ser fiel y honrar mi hogar, mi familia y mi descendencia así como el Señor ha sido fiel en sus promesas para conmigo, prometo amarlos, protegerlos, y enseñarles los estatutos de Dios como sacerdote y profeta espiritual de mi hogar, mi familia y mi descendencia.
- Prometo enseñar a mi familia y a mis descendientes a a amar a Dios con todo su corazón, con toda su mente y con todas sus fuerzas, instruirlos para que vivan responsablemente.
- Prometo levantarme como guerrero espiritual para enfrentar el mal, procurar la justicia y la misericordia.
- Prometo trabajar con diligencia para satisfacer las necesidades de mi familia.
- Prometo perdonar a los que me han hecho daño y reconciliarme con los que haya defraudado.
- Prometo andar con integridad delante de los hombres y delante de Dios.
Y Dios promete: Deuteronomio 7:6.. Deuteronomio 8:7-10.
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