Daniel 12:3.
Ser entendido en esta cita bíblica se refiere a un entendimiento espiritual que únicamente el Señor puede otorgar. Que sea enseñado de tal manera, que pueda llevar a la práctica la verdad del evangelio y vivir a la luz de Cristo.
¿Vivo una vida sabia? ¿Estoy buscando lo que debo buscar?. Es necesario tener el conocimiento de Dios, de la Palabra y de Cristo, lo cual nos habilita para convertir nuestra vida, casa, familia y descendientes al Señor, que esto sea una tarea a emprender, entregarnos a esto, y no descansar nunca hasta haberlo logrado.
Aclaremos lo que la Palabra describe en el libro de Daniel 12:3, aquí nos habla de dos tipos de personas «sabias» o “entendidas”, unos son los sabios o entendidos en las cosas de este mundo, y otros son los sabios o entendidos en las cosas de Dios, un reino que no es de este mundo.
Los primeros aman y buscan las cosas terrenales o mundanas; por eso confían en si mismos, «aman el mundo y sus deleites, los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida”, por eso lo que edifican y acumulan durante sus vidas es algo puramente terrenal y pasajero; su herencia o recompensa la tienen ahora y aquí, en las cosas visibles y temporales que pronto serán quitadas, el Señor se refiere al hombre natural, mundano no convertido, solo piensan y confían en lo terrenal, su mirada y su meta está puesta en «las cosas de abajo”, por lo tanto se aferran a lo material y mundano que tratan de preservarlo como si fuera un tesoro eterno, esto es una de las advertencias más serias que el Señor hizo durante su ministerio, y que muchos no parecen tomar en serio, es la que encontramos en Mateo 6:19-21: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.
Si le colocamos la lupa a esta advertencia que hizo el Señor, noten que allí no dice: “No acumulen dinero”; allí dice simplemente: “No atesoréis tesoros”. Un tesoro no tiene que ser monetario necesariamente; abarca todo aquello que ama nuestro corazón, aquello hacia lo cual nos inclinamos con especial deleite, lo que disfrutamos por encima de todas las cosas; en fin, lo que a nuestros ojos tiene valor. Puede ser algo grande, o puede ser pequeño; puede ser costoso, o puede tener un valor monetario relativamente insignificante. Puede ser algo tangible o puede ser intangible, si son cosas terrenales – dice el Señor – no las atesoréis; no hagáis de ellas vuestro tesoro. No vivan para la acumulación de tales cosas, como si vuestra felicidad dependiera de ello”.
Dios avergüenza a los sabios de este mundo, dice la Palabra en Isaías 29:14 “por tanto, he aquí que nuevamente excitaré yo la admiración de este pueblo con un prodigio grande y espantoso; porque perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos” y en el libro de Santiago 3:13-17 habla del fundamento de una fe torcida y falsa que tienen los sabios de este mundo y se debe a que ellos tienen «el espíritu de este mundo» que es terrenal y profano.
“El espíritu del mundo” es un término que el apóstol Pablo usó en 1 Corintios 2:12, donde contrasta el espíritu del mundo con el Espíritu de Dios: «Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido».
A diferencia del espíritu del mundo, el Espíritu Santo imparte la verdadera sabiduría al creyente. El Espíritu Santo nos permite recibir y comprender la sabiduría de Dios descrita en 1 Corintios 2:7. Sólo el Espíritu de Dios puede revelar la verdad espiritual porque sólo Su Espíritu conoce «aun lo profundo de Dios”, 1 Corintios 2:10.
La verdadera sabiduría del Espíritu de Dios que hemos recibido, reconoce que nuestra salvación es totalmente inmerecida y depende totalmente de la gracia de Dios: «sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor» (1 Corintios 1:27-31).
Jesús lo declaró en Lucas 10:21, de manera que las cosas espirituales del Reino de Dios han sido escondidas de los sabios y entendidos de este mundo, pero les son reveladas a los pequeños, a los que «se han hecho como niños.”, Estos son los verdaderos sabios y entendidos, los que no son nada por sí mismos, los que no tienen ninguna fuerza en sí mismos, los que no pueden nada por sí mismos, los que dependen por completo del Padre y han puesto su fe y su mirada en Jesús, los débiles, lo vil y menospreciado del mundo; los que Dios «escogió para avergonzar a los sabios de este siglo”.
Estos son los entendidos de los que habla Daniel, los que están en un pacto de sangre con Su Creador, para ser despojados del pecado y de sus propias vidas, para ser hechos mansos y humildes de corazón, los que participan de la cruz de Cristo y de Su muerte, para participar también de Su resurrección, los que «practican los mandamientos».
Estos son «los entendidos que entenderán» que estos tiempos son de engaño y maldad, de herejía y apostasía, de oscuridad y tinieblas; tiempos en que los habitantes de la tierra han caído en las mentiras y hechicerías del espíritu de este mundo, el que «ha corrompido a la tierra con su fornicación”.
Termino con Colosenses 1:9-14.
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