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Crece o crece (Pastor Diego Ardila)

Hebreos 5:14: “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que, por el uso, tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.

El camino hacia el crecimiento espiritual se torna muy difícil de transitar en este mundo lleno de confusión. Lograr un equilibrio físico, emocional y espiritual es una tarea ardua. Sin embargo, está escrito en el libro de Efesios 4:11-15: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia las artimañas del error, sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”.

En el libro de Génesis encontramos a Dios hablándole a Abraham, y le dice: “Vete de tu tierra y de tu parentela a la tierra que te mostraré”. No le muestra el plan para llevarlo a esa tierra; le muestra solo una promesa, algo intangible. Abraham estaba en medio de su antigua estabilidad, pero quiero decirte algo: Dios tiene para nosotros algo aún mayor, y esto está sujeto a la obediencia. Lo único que tenemos que hacer es romper con nuestro viejo propósito y destino. No puedes dar un paso adelante sin que primero quites tus pies de tu vida anterior, a la cual no te puedes devolver.

Por tal razón, Dios te pide que hagas un inventario de tu vida. Yo lo he llamado un libro de memorias para determinar qué tienes que dejar de tu pasado y de tu presente que no edifican tu vida, ni te llevan al propósito que Dios tiene para ti. El ejemplo claro lo vemos en el Joven Rico; para él fue muy difícil renunciar a su vida presente, tal vez cargada de prosperidad y bendición. Por esta razón, nunca supo de lo que se perdió al seguir a Jesús. Te lo voy a mostrar en el libro de Marcos 10:29-30: “Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna”.

El problema radica en que muchos están satisfechos con vivir la vida cristiana que están llevando. Muchos están conformes con seguir siendo «enanos espirituales» o «pigmeos espirituales», lo cual, al final, nos lleva a la muerte espiritual. Nos volvemos apáticos al mensaje real de la Palabra de Dios y preferimos llenarnos de información que percibimos de las redes sociales, las cuales nos llevan poco a poco a la apostasía. Esto nos convierte en cristianos «tardos para oír», cuyo significado incluye ser perezosos, vagos, tontos, estúpidos y negligentes.

Miremos Hebreos 5:11: «Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír”. En la NTV dice: “Nos gustaría decir mucho más sobre este tema, pero es difícil de explicar, sobre todo porque ustedes son torpes espiritualmente y tal parece que no escuchan”. Esto no se trata de una incapacidad mental o cognoscitiva; más bien, es un problema de resistencia espiritual u holgazanería espiritual. Ningún cristiano debe permanecer estancado espiritualmente; un cristiano debe crecer; de lo contrario, perece y muere espiritualmente.

¿A qué nos lleva todo esto? Y lo digo porque muchos están viviendo esta situación:

  1. Muchos no crecen porque han tomado la decisión de no pagar el precio requerido para crecer.
  2. Muchos no quieren abandonar “aquella cosa” que ha desplazado a Dios de Su trono. El trono de Dios en tu vida no lo puedes compartir con nadie ni con nada.

La caída del ser humano produjo en nosotros pereza espiritual que ahora está ligada a nuestra naturaleza humana, y tenemos que aprender a combatirla. Examinemos 1 Pedro 2:11-12: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”. Las pasiones carnales tienen la fuerza suficiente para controlar tu vida y son carnales porque son propias de la naturaleza humana y combaten contra el alma porque es una lucha campal entre los deseos del espíritu y las pasiones de la carne, descritas en Gálatas 5:17-21: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

¿Cómo trabaja todo esto? Te lo voy a explicar en tres frases:

  1. Sentimos la presión de las pasiones carnales.
  2. Le damos permiso para que actúen en nuestras vidas.
  3. Pensamos que podemos disfrutar de ellas, sin darnos cuenta que, al final, seremos debilitados hasta conducirnos a la muerte espiritual.

Todo esto se resume en la última carta que Pablo le escribió a Timoteo, 2 Timoteo 2:22: «Huye también de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor”. Pablo le dice: “Huye, sal corriendo… porque son tuyas, naciste con ellas y han crecido dentro de ti. Las disfrutamos y son engañosas, ya que te hacen pensar que las puedes disfrutar, convirtiéndose en atractivas y adictivas”.

Las manifestaciones de esto no se hacen esperar: celos, envidias, chismes, división, pleitos, contiendas, peleas, inmoralidad… Gálatas 5:19-21 dice: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

Hoy es el día en el cual Dios te está llamando para pelear la buena batalla de la fe, así como lo escribió Pablo a Timoteo en 2 Timoteo 4:7-8: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.

  1. Peleemos la buena batalla en contra de las pasiones de la carne descrito en 1 Corintios 9:24-27 “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.
  2. Peleemos la buena bata…