Josué 5:9, Deuteronomio 10:16, Deuteronomio 30:6, Joel 2:13, Isaías 54.
Desde el comienzo, Dios ha anhelado que Sus hijos sean diferencia con el mundo, que Sus hijos muestren su carácter y Su amor para que el mundo lo conozca y siempre ha establecido señal entre los que son de Él y los que no lo son. Si nos asomamos a Génesis en el tiempo en el cual Dios se le revela a Abraham y lo saca de Ur de los caldeos para revelarse a él, le da una promesa y establece una señal de pacto, en Génesis 17:10-11 nos describe cuál sería la señal del pacto con Abraham: “Este es mi pacto que guardaréis, entre yo y vosotros y tu descendencia después de ti: Todo varón de entre vosotros será circuncidado. Seréis circuncidados en la carne de vuestro prepucio, y esto será la señal de mi pacto con vosotros”.
Una marca en el cuerpo, en una parte “privada”; no estaba a la vista de cualquiera, pero era una señal permanente en la carne, un rito que hasta el día de hoy los israelíes conservan. La circuncisión le grita al mundo que quien se sometía a ella era del pueblo que Dios había escogido, de los descendientes de Abraham.
Hoy los que hemos creído en el Señor no hacemos este tipo de ritual y únicamente se hace para limpieza y salud, la circuncisión que Dios exige hoy es la del corazón, “…porque nosotros somos la verdadera circuncisión, que adoramos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no poniendo la confianza en la carne” (Filipenses 3:3).
El problema es que desde el momento mismo de ser engendrados hemos llenado nuestro corazón de maldad, iniquidad, maldición, y se convierte en un corazón duro, difícil de penetrar, difícil de romper, Jesús recopiló todo lo que El Padre declaró a través de los profetas en una parábola:
Deuteronomio 10:16, Deuteronomio 30:6, Jeremías 4:4, Joel 2:13. Escucha las charlas en el nuestro podcast o en iTunes