Hay cosas que hacemos como individuos, como familia, como sociedad y como nación que contristan al Espíritu Santo y Él voltea Su rostro, pues Dios no puede ver pecado, maldad, iniquidad. Por ello, es necesario buscar Su rostro. El tener un cara a cara con Dios hace que seamos transformados de adentro hacia afuera, esto no ocurre porque nuestra autosuficiencia nos aleja de la dependencia absoluta de Dios, nuestra indiferencia nos hunde en el hoyo de la indolencia e insensibilidad, asumiendo el pecado, la maldad y la iniquidad como algo normal como condición de los seres humanos.
Es necesario humillarse, poner a un lado la apariencia, quitarnos las máscaras, despojarnos de nuestra experiencia, romper nuestros proyectos humanos y lanzarnos a los brazos del Padre, es necesario quebrantar nuestro corazón ya que hemos pisoteado cada uno de los principios establecidos por él, le hemos faltado el respeto a Dios, no amamos la verdad, no valoramos la vida, despreciamos a nuestro próximo, a la familia, no valoramos nuestro trabajo, ni siquiera le damos valor al lugar donde crecemos espiritualmente, donde Dios te ha colocado para conocer la verdad, te vale cinco la iglesia donde escuchas la verdad y eres transformado de verdad, despreciamos lo propio, lo nuestro, y nos metemos con lo ajeno, a “servir” en lo que no es nuestro, en lo que son de otros, mientras lo nuestro se destruye, se acaba.